El fin de las empresas
Tomás Sánchez Director ASECH y Director de Innovación Accenture @TomsAwaki
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Tomás Sánchez
La empresa moderna es tal como el barco a vapor cien años atrás, dinosaurios con los días contados. La institución que en gran medida le ha dado forma a la sociedad actual, comienza a enfrentar las tendencias sociales y tecnológicas que amenazan su supervivencia. Lo anterior, sumado a los desafíos propios que enfrentan las empresas, delinea un nuevo modelo de organización mejor preparada para competir en el mercado actual. Cuando el 52% de las empresas que el año 2000 integraban el Fortune 500 han desaparecido y las 5 empresas más valoradas del mundo son tecnológicas, nos damos cuenta que el cambio es profundo.
El fin de las empresas viene de la mano de organizaciones que tienen cada vez menos empleados, y procesos de creación de valor apalancados en tecnología y el ecosistema. Un ejemplo simple es Uber: no es necesario tener una gran flota de taxis, ni contratar miles de choferes; de la mano de tecnología y miles de partners externos a la empresa, “la empresa” es capaz de entregar un mejor servicio que sus competidores y a un mejor precio. Análogos son los casos de Airbnb y Alibaba, que esencialmente hacen lo mismo, siendo más flexibles, ágiles y eficientes. Cuando este mismo modelo alcance todos los rincones de la economía, estaremos en presencia de un nuevo modelo de empresa que extinguirá el actual.
Lo anterior es un cambio importante frente a la teoría de la firma que décadas atrás enunciaba Coase; ya no es más eficiente reunir todos los servicios y equipos “dentro” de una gran empresa, sino que, todo lo contrario; hoy una empresa es más competitiva el tener una buena red de partners y menos empleados. Quiénes son, es el centro de este dilema y el vehículo de transición. Por un lado, las culturas laborales para atraer el mejor talento están sufriendo un cambio no menor, de organizaciones fundadas en el control y la autoridad, a sistemas en red en torno a la autonomía y la autenticidad. Análogo a los cambios sociales, ya no es valorado un gerente con mano firme y dura, sino que un líder empático y auténtico. Es ineficiente contar con extensos procesos de control de gestión; es más ágil y eficaz tener equipos con más autonomía, capaces de resolver problemas más cerca de donde se generan.
Así, la “uberización” del empleo se vuelve un tema. Con leyes laborales cada vez más rígidas, con un mercado más cambiante, con nuevas generaciones que no persiguen la estabilidad, con áreas de expertise cada vez más específicas, el conocimiento más transitorio y nuevas tecnologías que dan más alternativas, se vuelve una estrategia dominante externalizar y flexibilizar todo lo posible. Esto puede ser visto como una “precarización” del empleo por algunos, pero todos quienes manejan un Uber o son freelancers desde la playa lo llaman libertad.
Nos encaminamos hacia un mundo donde ya no habrá más empleados y todos seremos freelancers. Un mercado laboral cada vez más líquido, donde será normal tener varios empleadores, cambiar de “profesión” más de una vez en la vida y trabajar cada vez más remoto y contingente. La línea divisoria entre empresa y sociedad se hace cada vez más borrosa. El futuro de la empresa y el trabajo está siendo redefinido en forma esencial, y es importante empezar a conversar sobre cómo queremos que sea el escenario final. Si es que lo hay.